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Aperitivo de los juegos eróticos de Charles y Elisa
—Charles, ¿siempre será así de intenso esto que
sentimos y compartimos? ―dijo Elisa abrazada a él.
—Siempre que sepamos mantener
la magia, que vivamos nuestras fantasías sin tabúes, sin vergüenzas, pero sobre
todo, siempre que seamos sinceros el uno con el otro.
Se besaron y abrazaron; arropados por el calor de sus cuerpos se dejaron llevar por el sueño, sabiendo que la pasión había que alimentarla al igual que el amor, y que la monotonía era la peor de las enfermedades que podía sufrir una relación.
Aperitivo de Más de juegos
―Charles…, ¿es que no te has
dado cuenta? ―habló derrotada.
―¿De qué?
―Mis sentimientos han
cambiado, yo…, te amo ―confesó al fin.
―¿¡Qué dices!? ¿Amor? ―La
miró como si nunca la hubiese visto en la vida―. No puede ser, no puedes estar
hablando en serio. El amor solo complica y estropea las cosas ―afirmó furioso.
―¿Estropea, dices? ―Se
levantó indignada―. No puedo creer que pienses así. Vale que no creas en el
amor, pero que pienses que estropea las cosas… ―Sintió un dolor como nunca había
sentido, algo se desgarró en su interior―. El amor es un sentimiento que nos
hace más fuertes, estoy convencida de que ha llegado para que nuestro deseo sea
más intenso, más profundo. Sencillamente, para complementar todo lo que ya
sentimos el uno por el otro ―explicó de manera apasionada.
Charles sentía que era, de
verdad, el final de todo. Estaba asustado, no quería perderla, pero no podía
engañarla. ¿Qué sabía él sobre el amor? Solo que llegaba para complicarlo todo,
era como un veneno, o eso pensaba él.
―No estoy de acuerdo contigo.
Lo siento, Eli. ―Se sentó en el borde de su mesa―. Mira lo que está pasando.
Desde que has descubierto tus sentimientos todo ha ido de mal en peor…,
desconfianza, celos… Eso es lo que trae el amor.
Con un nudo amarrado a su
garganta, comprendió que su sueño de que él correspondiera sus sentimientos se
desvanecía en el aire.
―¿Eso es lo que piensas?,
desprecias lo que siento por ti ―murmuró sin fuerzas.
―No lo desprecio, solo que no
quiero ser responsable de algo así. No me ames, porque no podré corresponderte.
Te deseo, me siento unido a ti como nunca me sentí a nadie…, no me pidas más
―aseguró, creyendo cada una de las palabras que decía.
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