Como en casa

Mi blog vio la luz, el día 18 de octubre de 2012... Y vuelve a renacer hoy 13 de febrero de 2023. Espero que cuando me visiten se sientan como en casa, con la confianza de opinar sobre cualquier post, artículo o reseña. Se aceptan comentarios, correcciones y críticas siempre que sean escritas con educación, espero alimentarme de ustedes y viceversa. Creo en el continuo aprendizaje... aprendamos juntos.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

A LA MISMA HORA...



Todas las tardes, en el mismo lugar, esperaba impaciente verla llegar. Cada día era igual de impactante que el anterior, cada tarde su cuerpo despertaba ante la visión de esa figura que se deslizaba con la soltura de saberse hermosa. Incitaba solo con sus andares, que marcaban el ritmo de unas caderas sinuosas. Caminaba tranquila, sin prisas, saboreando el calor del sol que abrazaba su cuerpo y de la suavidad del aire que rosaba su piel; y él quería ser ese sol y ese aire para poder tocarla.

Era increíble, no enseñaba nada de manera explícita; pero… al mismo tiempo enseñaba tanto. Su cuello expuesto a su ardiente mirada, esa forma delicada y definida que lo atraía como la luz a la polilla. Deseaba saborear aquella piel expuesta; pasar su lengua húmeda por la zona donde se unía a esa pequeña y bien torneada oreja y, desde allí, crear un recorrido cuesta abajo, marcándola con su saliva, haciéndola estremecerse con ese suave contacto… despertando su deseo de más. Era tal su necesidad, que sentía la boca seca y se relamía los labios para humedecerlos e, intentar aplacar esa hambre que había despertado en él sin proponérselo siquiera.

Una mujer exquisita, con esas curvas que se vislumbraban a través del vestido que abrazaba su cuerpo fundiéndose con su piel. La perfecta silueta de sus pechos que al andar parecían provocar con un suave movimiento, atrayendo las miradas lascivas de los hombres que pasaban a su lado. Todos se detenían a mirarla; todos sentían el impacto de su sensualidad descarnada. Toda ella era una sinfonía erótica en movimiento. Su cuerpo despertaba un deseo impúdico de probar cada rincón de piel visible y, también, de cada curva solo visible en su imaginación.

En su mente podía ver, con claridad, unos hermosos pechos nacarados adornados con dos pequeños botones de un tentador color rosa. Los imaginaba endureciéndose al sentir sus dedos entorno a ellos. Podía, casi, saborearlos de tan reales que eran y, solo con eso, sentía como su cuerpo respondía… la tensión de sus músculos, la dureza de su pene presionando por ser liberado, la sequedad en la boca por la necesidad de saciarse en ella. Era una tortura deliciosa…

No sabía su nombre, no conocía nada de ella… pero, aún así, despertaba un hambre salvaje en él, que lo hacía temblar por la necesidad de poder rozar, con la punta de sus dedos, esa apetecible piel. Muchas veces había sentido la necesidad de acercarse y hablarle, conocerla, respirar el olor de su piel, de su deseo, de su esencia. Solo lo frenaba el miedo a dejar de disfrutar de la tentación, que el misterio que la envolvía despertaba en él.

Cada noche, en la oscuridad de su habitación revivía cada sinuoso movimiento, cada suave expresión, cada curva deliciosa que insinuaba coqueta… y era tan intenso lo que experimentaba su cuerpo, que solo imaginando todo lo que ella escondía, solo soñando lo que deseaba hacerle a ese cuerpo hecho para el pecado más placentero… explotaba en un orgasmo tan intenso que el éxtasis lo llevaba al extremo del delirio.

Cuando regresaba la calma y la respiración se acompasaba, siempre se preguntaba  lo mismo…

¿Cómo sería mojarse en su esencia?

Y sin poder llegar a imaginar siquiera la respuesta, se quedaba dormido deseando que llegara la mañana para volver a verla a la misma hora.





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