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Como toda adolescente que se precie, yo muy enamorada, enamoradísima de mi churri, acepté emocionada, cuando me pidió que nos casáramos. Entonces, emprendí ese camino terrorífico que se llama― “PREPARATIVOS DE BODA”―sólo de recordarlo, me dan escalofríos y se me ponen los pelos como escarpias, me salen sarpullidos y me entran los siete males.
Con lo fácil que es juntarse la familia y los amigos, casarse e irse de
copichuelas hasta que el cuerpo aguante… pero ¡noooo!, hay que casar a la niña
a lo grande… hay que tirar la casa por la ventana… eso pensaba mi querida Madre
al saber que, su hija mayor iba a casarse.
Por donde empezamos… ¡¡¡Ah!!! si, la lista de invitados. Yo la hice en
un santiamén, vamos fue fácil; mi familia más cercana, mis amigos de la
universidad, del colegio y de mi urbanización. Mi churri, tres cuartos de lo
mismo, y voilà, ya teníamos nuestra
lista hecha y muy normalita, para nada exagerada.
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Por no discutir, porque me casaba y me iba a vivir lejos y porque, además,mis padres costeaban todo el bodorrio; decidí entrar al trapo y
aceptamos la lista de marras. Siguiente paso, decidir la Iglesia, el día y la hora.
He de decir en favor de mi Madre, que esto lo pudimos elegir los novios.
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Lo primero que debo aclarar, es que en esa época las bodas se hacían
unos días antes por el civil y luego por la Iglesia. Por esta razón me casé por
el civil un miércoles y por la Iglesia un sábado, y aunque os suene raro,
disfruté más la boda civil y su fiesta en familia, que del bodorrio
eclesiástico con su banquete a lo Hollywood.
Los preparativos de boda deberían ser momentos divertidos, amenos, y
felices… pero los míos, fueron de todo menos eso. Mi madre y yo parecíamos dos
pitbull a punto de matarse, por todo discutíamos, si yo decía azul, ella decía
verde y así sucesivamente. Para que se hagan una idea, rememoro una conversación
entre mi querida madre y esta servidora:
―Betty (así me llaman mis padres), pásate por la tienda de
telas del centro comercial, porque dejé apartadas dos; elije la que más te
guste para el vestido de la ceremonia civil.
―Vale mamá, esta tarde me paso
sin falta.
Voy a la susodicha tienda donde
conocen a mi madre y, le hacen buen precio. Me enseñan las dos telas, lo último,
según la dueña, y yo sin dudarlo, elijo la de fondo crudo con flores moradas
para la falda y el liso morado para el corpiño. Satisfecha por mi elección y
pensando que el morado es uno de mis colores preferidos, me marcho a casa feliz
por otro tema ya resuelto.
Pasados unos días, estoy en casa
y mi madre me dice que pase a su atelier o para que nos entendamos, su
habitación de costura. Me enseña algunos modelos y, elijo un vestido palabra de
honor con una torerita que se veía precioso. Mi madre, por milagro de la
providencia, aprueba mi elección sin protestar.
Al día siguiente, llega de la
calle con bolsas, una de ellas de la tienda de tejidos y emocionada la abro y
me quedo estupefacta, patidifusa y obnubilada, al ver la otra tela, la que yo
no elegí, la que no me gustaba nada de nada. Me giró hacia mi progenitora en
espera de una explicación...
―¡Mamá!,¡¿ me puedes explicar que
es esto?!
―Hija, lo siento, pero tienes un
gusto pésimo… y además este color está de moda.
―¡Pero, vamos a ver, si ya habías
elegido la puñetera tela, para que me haces ir a ver más y elegir a mí!
―Estaba segura que elegirías la
misma que yo. ―Me dijo tan tranquila.
Entonces, exploto y me enfurezco
con ella, le digo que es mi boda y debería ser a mi gusto, me desgañito con
ella, hasta la amenazó con casarme en vaqueros.
Pero no sirve de nada, al final
me hizo el vestido color bombona de butano, eso sí, le dije que no me lo
volvería a poner más en la puñetera vida… y amigos, eso hice.
Con este ejemplo e ilustrado con todo lujo de detalles, el infierno que
fue organizar la boda con mi madre, ―aclaro que la quiero mucho, pero es
terrible―, como yo quería elegir sola las invitaciones de boda, le dije que
dejaba la elección de la comida del banquete a ella junto con mi padre y la
familia de mi novio. La verdad que el tema de la comida no era algo que me
quitara el sueño.
Uno de los aspectos que más disfrute de organizar mi boda fue ese,
elegir las invitaciones. Tenía claro que quería algo sencillo y elegante, y así
fue como las hice. Claro, como podrán imaginar, mi adorada madre, no podía
dejar de dar su opinión de las mismas, nada más verlas…
―Pero, ¿esta es la invitación? ―dice con cara de circunstancias.
―Sí, mamá. ¡A que son preciosas!
―Son muy simples, podrías haber elegido algo más vistoso.
En esos momentos la fulmino con la mirada. Pero es qué, ¿le va a poner
pegas a todo?
―Pues yo creo que son elegantes y sencillas.
―Ya da igual, no se puede hacer nada.
Se queda de lo más contenta, mientras va a abrir la puerta, ya que en
esos momentos sonaba el timbre. Era nuestra querida vecina, y como siempre es tan
cariñosa, me saluda con un beso y me pregunta que tal van los preparativos.
Yo, un poco hundida debido al comentario de mi madre sobre mis bellas
invitaciones, le dije que iban, lentamente, pero iban. Mi madre, aprovecha y le comenta de
pasada que ya tenemos las invitaciones y la Sra. Julia emocionada me pide que
le enseñe una:
—Es esta —le digo en un susurro temerosa de ver su cara.
—¡Sra. María, pero que hermosas y elegantes! —dijo la vecina.
—Lo mismo pienso Sra. Julia, son realmente preciosas. —Mi cara era un
cuadro al mirar a mi madre después de escuchar las palabras que acababan de
salir de su boca.
Me llevaban los demonios, o sea, que a mí me dice que no valen un
pimiento, pero como le gustan a un extraño, ya son preciosas. Es para volverse
loca, resoplé por no decirle cuatro cosas delante de la vecina, no era plan de
armar la marimorena con espectadores presentes, pero a partir de ese momento, no pensaba hacerle ni puñetero caso. Pobre de
mí y mis intenciones.
Gracias a Dios o algún ángel misericordioso, a mi madre le gustó mi elección
de vestido de novia, con lo cual por ese lado nos discutimos mucho. Pero en
cuanto al tocado, eso ya fue otro cantar. Les explico con lujo de detalles; en la tienda
de tocados me aconsejaron una vez elegido el mismo…, eso sí, después de varias
discusiones con mi madre y amenazas de parte mía. Que lo mejor para tener claro
el peinado era hacerme un par de pruebas con el tocado hasta dar con el que más
me gustara, porque así el peluquero ya lo tendría claro y el día de la boda iba
sobre seguro.
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Exploté… despotriqué… me alteré de tal manera, que mi padre intervino y
le echó tal bronca a mi madre que esta agachó la cabeza y no dijo esta boca es
mía… yo por mi parte, me retiré a mi habitación a intentar tranquilizarme para
que no se me estropeara el maquillaje. Además me encontraba rara, me sentía un
poco mal, pero ingenua de mi… lo achaqué a los nervios, ¡ja!, nervios… ¡NOOOOOO!
Nada de nervios, lo que me pasó fue todavía peor.
Cuando me había tranquilizado y después de tomarme una tila que mi
madre me había preparado, llegó el momento de ponerme el traje, los fotógrafos estaban
esperando para hacerme varias fotografías antes de salir hacia la iglesia.
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Bueno a lo que iba, que ya me enrollé como las persianas. Fui al
servicio, hice mis necesidades y ¡HORROR! Cuando me limpié… Siii amigas, lo que
están pensando, me vino la regla… ya vale… se que están muertas de risa, pero
que sepan que a mí no me hizo ni pizca de gracia. Uff, en ese momento vino a mi
mente la escena de la noche del miércoles en casa de los tíos de mi novio, —aunque
en realidad ya era mi marido desde el miércoles—, pues recordé, cuando la familia
de mi novio le preguntó si habíamos reservado hotel. Buenooo... para que les
cuento, mi madre salió como poseída…, parecía la niña del exorcista.
—¡De eso nada! Mi hija no estará casada hasta el sábado por la iglesia.
Esto ha sido solo un trámite. —Dijo tan pancha delante de todos.
Yo quería que me tragara la tierra… mi novio me miraba y agitaba la
cabeza de un lado a otro, no sabía si agarrarme e irse de ahí sin más, o
echarse a llorar. Pero el pobre, al saber que nos íbamos tan lejos y que no sabía
cuando volvería a ver a mis padres… y para evitar un disgusto tonto, total eran
solo tres días, accedió a que me marchara cual señorita a mi casa con mis
padres… Y ahora, me pasaba esto, imagínense la cara de él cuando se lo dije… “No
coment”
Pues eso amigos, que mi boda fue una de esas bodas que se ven en las películas
americanas, una salón enorme, bellamente decorado, orquesta en vivo, bufet,
mesa de postres, mesa de quesos, mesa de frutas, mesa de todo… había comida
para alimentar a un regimiento, tanto que al día siguiente regresó toda la
familia a almorzar. Una jaula de palomas que cuando la abrimos, las pobres
estaban como adormiladas, que no se animaban a volar, además DJ para cuando la
orquesta descansaba, etc… claro se celebró en un club. Mi madre quería todo lo
mejor para su hija, solo que no era lo que yo hubiese elegido.
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A qué, se cuenta y no se cree…
En definitiva, ahora lo recuerdo como una anécdota y le encuentro su
lado divertido… pero verdaderamente fue estresante
tener que lidiar con mi madre y sus expectativas para la boda de su hija.
Lo que sí quiero compartir con ustedes, es el consejo que me dieron
para el gran día… uno, que para mí fue el mejor. Me dijeron que no se me
ocurriera estrenar zapatos ese día, porque me iba a destrozar los pies, que
como la tradición dice que debes ponerte algo usado, pidiera tela de mi vestido
y mandara forrar los zapatos mas cómodos que tuviera; y amigas, fue lo mejor
que pude hacer.
Moraleja… cuando vayas a decirle a tu madre que te casas, antes, ten pensado
como quieres la boda y déjaselo claro. O, si no, enséñale este relato.
Te quedo genial.....y tu madre lo que pasa es que tiene alma de organizadora de bodas....o de vidas....jajajajja Pero en fin en aquellos años es lo que tocaba ....oye y el ramo de la novia??? quien lo eligió tu o tu mami???? jajajjaj besossss
ResponderEliminarSi te digo la verdad Pili, ya ni me acuerdo de quien lo eligió jajajajaja...
EliminarVerídico Elizabeth
ResponderEliminarMe encanto!!!! Muy bueno Eli!! Y que este acompañado por imágenes le da un toque genial! Te felicito!
ResponderEliminarBuen relato! Siempre he leído sobre estas anécdotas y todas tienen sus verdes y sus maduras. Igual pienso que debe ser una experiencia para toda la vida y más disfrutar de poder celebrar un matrimonio como la tradición lo enseña (virgen y todo!). Mi mamá lo tuvo también aunque desconozco todos esos detalles, tan sólo lo que muestran las fotos, actualmente es felizmente divorciada y anda sola (la parte mala). Yo no he tenido esa dicha, a veces me paso por artículos relacionados, pero no me detengo mucho. Muy linda tu historia Elizabeth, gracias por deleitarnos.
ResponderEliminarUn abrazo :)