" El cuarto naipe" de Dorothy McCougney
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Este es el relato con el que participe...
UN NUEVO COMIENZO
Un
nuevo desafío en la vida de Julio Landrove; después de tantos años viajando de
un lado a otro, al fin decidió echar raíces, y que mejor lugar que aquel que le
vio nacer hace ya veintinueve años.
Tan
solo hacia una semana que había regresado, y recorriendo las calles se
sorprendía al recordar momentos vividos en su adolescencia, fiestas, amigos,
amores y desilusiones que fueron quedando atrás junto a su Málaga querida.
Parecía mentira que hubiesen pasado más de siete años; desde que un día, se había
marchado a Londres a continuar sus estudios. Todo seguía igual pero al mismo
tiempo diferente, las calles de su barrio “La Trinidad”, la Iglesia de San
Pablo, su gente, el mar, tantas cosas que había extrañado.
Julio
se instaló en un pequeño apartamento alquilado, a pesar de que sus padres querían
que se quedara con ellos, pero él ya estaba acostumbrado a su independencia y
prefería vivir solo, una vez instalado se dedicó a pasear y volver a sentir el
calor de su tierra. Mientras caminaba, iba pensando en todo lo que tenía que
hacer nada mas incorporarse a su nuevo trabajo.
Se
dedicaba a la traducción de libros y manuscritos, también hacia traducciones de
documentos legales y todo cuanto necesitaran sus clientes. Había abierto su
propia oficina y desde ese momento trabajaría para el mismo, tenía muchas
esperanzas puestas en esa nueva etapa.
Llegaba
tarde a una reunión con algunos de sus antiguos amigos del instituto, que a
través de su hermano, se habían enterado de su regreso y lo habían invitado a
tomar unas cañas en el Bar Navarrete; cuando iba a entrar por la puerta chocó sin darse cuenta con otra persona.
—¿A
ver si miras por dónde vas? —le dijo la voz enojada de una mujer.
—Perdona,
iba distraído, ¿te he hecho daño? —contestó Julio mirando fijamente a la mujer
que tenía delante.
Ambos
se miraron, ella con cara de pocos amigos lo observó de arriba abajo y luego se
fijó en sus ojos, que la estaban mirando descaradamente.
—No
pasa nada tío, pero la próxima vez, ve con cuidado.
—¿Cómo
me has llamado?
—¿Tienes
problemas de oído, además de no ver por dónde vas?
Julio
no podía creer que esa pequeña bruja le estuviera hablando así, pero, ¿qué se había creído esa mujer?
—No
tengo ningún problema tía, y no te
preocupes la próxima vez mirare bien por donde voy, no vaya a tropezarme
contigo otra vez. Si me permites, quiero entrar.
Sin
esperar respuesta Julio entró en el bar dejándola con la palabra en la boca,
vaya con la mujercita, pequeña pero
matona, pensó él. Mientras sonreía para sí, sé decía, una lástima, ya que es una cosita preciosa la joia.
Ana,
se había quedado de pie observando como ese cretino se iba. Hombres, pensó mientras entraba en el bar y buscaba con la mirada a
sus amigas. Una vez que las ubicó se dirigió hacia ellas, olvidando al imbécil
de la puerta, pero no dejaba de pensar que esa cara le sonaba.
—¡Hola
Ana!, ¿qué te pasó en la puerta con ese bombón? —dijo su amiga María con una
sonrisa picara.
—Nada,
que el tío choco conmigo y encima se quería hacer el gracioso.
—Chica,
ya me gustaría que chocara conmigo todo el tiempo que quisiera. —comentó Roció.
Todo
el grupo terminó riendo a carcajadas, pero Ana no estaba para guasa.
—¡Bueno
chicas, ya está bien! ¿Qué están bebiendo?, yo quiero una cerveza que estoy seca.
—Dime, ¿cómo va la búsqueda de trabajo?
—Ro,
mañana tengo una entrevista para una traductora, espero tener suerte.
—¡Pues
amiga, brindemos por eso! —grita María.
En
una mesa cercana, un grupo de chicos reía mientras bebían y recordaban batallas
de la época de estudiantes. Julio estaba disfrutando del reencuentro, pero aun
así, no podía dejar de mirar hacia la mesa donde estaba la brujita. Pablo, su
hermano, se dio cuenta y le dijó:
—Hermano, ya le has echado el ojo a alguna.
—Solo
ha sido un tropiezo con una pequeña bruja.
—¿La
pequeña morena que está en esa mesa?; pero si la conoces.
Julio
se giró a mirar a su hermano; no entendía de qué está hablando.
—¿Cómo
que la conozco?
—Es
Ana García, estudió con nosotros en el instituto, no la recuerdas porque lo
cierto es que ha cambiado mucho, y para mejor, todo hay que decirlo.
Julio
intentaba hacer memoria, pero no recordaba a ninguna Ana.
—Pablo,
no recuerdo a ninguna Ana en el insti, creo que estas confundido.
—Todos
la conocíamos por Nita, ¿recuerdas a Nita, la chica de las gafas, el pelo rizado
y regordita? También la llamabas malas pulgas.
De
pronto a la mente de Julio llegó la imagen de la pequeña Nita malas pulgas, y
girando la mirada hacia la mesa, se encontró con los ojos oscuros de la bruja, que en ese momento lo estaban mirando y parecían reconocerlo. Sencillamente no
podía creer que esa mujer, era la misma pequeña Nita, el tiempo le había
favorecido en todo, aunque seguía siendo, una malas pulgas. No pudo evitar la
sonrisa al recordarla, tantos enfrentamientos en el instituto, era brillante la
joia.
Ana,
estaba muda de la impresión cuando reconoció al idiota de la puerta, fue al
verlo junto a Pablo que supó quién era, Julio Landrove, el chico por el que
estuvó locamente enamorada en el instituto, con el que siempre discutía, el que
le puso el mote de malas pulgas. Sonríe al recordarlo, fue una época difícil
para ella, pero aun así tuvo sus momentos.
—Ana,
no haces más que mirar al tío con el que chocaste, ¿quieres que le diga a Pablo
que nos lo presente? —le dijo Rocio.
—No
hace falta, acabo de reconocerlo, es el hermano de Pablo.
—¡Que!
El guiri, no sabía que había regresado. ¿No era tu amor platónico en el insti?
—Tú
lo has dicho Ro, era… Ya no somos críos, eso fue hace años.
—Pues
déjame decirte que esta pa mojar pan chica.
Ana,
no dijo nada, pero en el fondo pensaba lo mismo, estaba pa mojar pan y más. De
pronto notó como se estaban acercando a su mesa, venían todos juntos, pero ella
no podía apartar la mirada de Julio, sabía que estaba siendo descarada, pero le
daba igual, ella siempre había sido así, no se cortaba con nada y no iba a
empezar ahora.
—Buenas
noches hermosas, ¿podemos acoplarnos o la fiesta es privada? —preguntó Pablo
sonriente.
—¡Hola
guapo!, claro que pueden acoplarse, pero antes, ¿nos presentas a tu amigo? —contestó María
que no había escuchado la conversación entre Ana y Rocío.
—Chicas, no me digan que no recuerdan a mi hermano Julio.
—¡Pero
bueno!, Julio que cambiado estas, la verdad es que no te conocía, estas más alto
y fuerte, muy guapo. —afirmó María mirándolo descaradamente.
—Gracias
María, tu también estas muy guapa.
—Voy
a pedir otra ronda, estamos dándole la bienvenida a casa a mi hermano. Esta vez
ha venido a quedarse. —comentó Pablo
Todos
festejaron brindando el regreso de Julio, pero él apenas si les escuchaba, estáaba concentrado en la mirada de esa bruja, lo cierto era que esta preciosa, todo
curvas, con ese cabello negro largo y espeso, esos ojos soñadores, toda un
belleza. Decidido, se sientó a su lado.
—¡Toda
una sorpresa volver a verte Nita! —le habló sin dejar de mirarla.
—Lo
mismo digo, una sorpresa. Pero para tu información ya nadie me llama Nita, esa
desapareció hace muchos años, se quedó en la época de la adolescencia.
—Entonces ¿cómo te llaman ahora malas pulgas? —sonrió al ver como ella se empezaba a
cabrear.
—¡Me
estas buscando chaval y me vas a encontrar! —Ana estaba cada vez más alterada y
no sólo por el cabreo.
Nunca
había dejado de querer a ese imbécil, en todos esos años, y a pesar de haber tenido
varios novios, siempre lo ha llevado clavado en el corazón, y ahora regresaba
más guapo aún. Pero los tiempos habían cambiado y ella era dueña de su vida, si se
le presentaba una oportunidad no iba a desperdiciarla.
—¡Vale!,
no te enfades Ana era solo una broma. ¿Por qué no empezamos desde el principio? Hola Ana, soy Julio me recuerdas. —le dijo sonriendo.
—Hola
tío, te recuerdo aunque has cambiado lo tuyo. —sonrió Ana a su vez.
—¡Pero
que manía tienes con eso de tío!, ¿tanto te cuesta decir mi nombre?
—¡Que
susceptible eres chico!, pero no te preocupes que no se me olvida tu nombre.
Sin
esperar respuesta Ana se levantó, y les dijo a todos que se marchaba, que mañana
tenía que madrugar. Julio sin decir nada la siguió, cuando salieron a la calle él
empezó a caminar a su lado.
—¿Puedo
acompañarte?
—No
necesito que me acompañen, pero si quieres eres libre de hacerlo.
—¿Eres
siempre tan simpática, o solo cuando te esfuerzas?
—Soy
siempre así de agradable chaval.
Julio,
respiró hondo, no quería perder la paciencia, pero esa bruja le estaba tocando
los cojones, ¡vaya con la niña!
—¿Puedo
preguntarte algo?
—¿Qué?
—¿Eres
así de borde por naturaleza o sólo con quien no te cae bien?
—Sólo
contigo. —le contestó sonriendo.
Julio
se detuvo y la miró a los ojos, no entendía que le pasaba con ella, acababa de verla
pero sentía como si la hubiera estado esperando desde siempre. Estaba muy confuso,
era una sensación extraña.
—Estoy
cerca de mi casa; hasta otra. —se despidió ella y sin más se marchó.
Él
no hizo nada para seguirla, ella lo tenía desconcertado, pero en ese momento
no estaba para enredos de ningún tipo y menos con una pequeña bruja de lengua
viperina. Siguió su camino hacia su
apartamento, mañana tenía muchas cosas que hacer, esperaba poder encontrar una
ayudante pronto, porque ya había varios encargos.
Lunes
por la mañana, Ana había salido satisfecha, le habían dado el trabajo y se dirigía a
las oficinas, según le había dicho la mujer de la agencia, era un chico joven que empezaba a abrirse camino y estaba convencida de que ella haría un buen trabajo. Llegó al
edificio, entró y subió a la quinta planta, observó al final del pasillo que hay
gente trabajando en la entrada, poniendo un cartel en la puerta; entró y miró todo lo que había a su alrededor, estaban terminando de prepararlo, todo era nuevo y
a ella le gustaba pensar que era la primera.
De
pronto sintió que había alguien detrás de ella, se giró y se quedó con la boca
abierta.
—¡Tú…!, pero, ¿qué haces aquí?
—Hola
guapa, eso podría preguntarte yo a ti.
—Pues
resulta que yo vengo a presentarme a mi nuevo jefe. Empiezo hoy, y no esperaba
encontrarme contigo tan pronto, tío.
Julio,
cerró los ojos y sintió que le hervía la sangre, ¿por qué no lo llamaba por
su nombre?; esa mujer lo sacaba de sus casillas.
—Pues
resulta que yo soy tu nuevo jefe, Ana.
—¡Qué!
Ana
no se lo podía creer, él iba a ser su jefe, porque le tenían que pasar esas
cosas, tener que verlo a diario y disimular un desinterés que estaba lejos de
sentir, eso iba a ser muy complicado. Pero, por otra parte ella necesitaba el
trabajo y además le gustaba.
—Ana, ¿tan horrible te parece trabajar para mí? Sinceramente, apenas nos conocemos
ahora, han pasado muchos años, ya no somos adolescentes somos adultos, porque
no empezamos desde cero. Me gustaría que trabajaras aquí, si te han enviado es
porque eres lo que estoy buscando.
—Tienes
razón, creo que deberíamos empezar de cero y dejar la infancia en el pasado. Yo
también quiero trabajar aquí.
Ambos
se observaban y notaban la atracción que había entre ellos, sabían que no sería fácil pero
a pesar de ello, ambos querían ver hacia donde les llevaba.
A
partir de ese momento, Julio le explicó en qué consistía el trabajo, le habló de
los encargos que ya tenía y le enseñó la que sería su oficina. La dejó para qué
empezara a colocar todo en las estanterías, libros y diccionarios de varios
idiomas; ella preparó el ordenador, lo encendió y se organizó una agenda de
trabajo. Estaba muy ilusionada, había descubierto que Julio era un hombre muy
inteligente y creía que tendrá mucho éxito.
Por
otra parte, quería ver que pasaba entre ellos, tantos años queriéndolo en
silencio y pensando que sería siempre un amor imposible, que quedaría en el recuerdo
de un amor adolescente, pero ahora que la vida los había vuelto a reunir, no
quería perder ningún momento que pudiera vivir junto a él.
Las
semanas pasaban y el trabajo empezaba a acumularse, pero Ana lo estaba disfrutando
muchísimo, Julio era un jefe atento y más que como empleada, la trataba como
compañera, hablaban de las traducciones y se ayudan mutuamente, la idea era que el
trabajo quedará perfecto para que los clientes estuvieran satisfechos y los
recomendaran. Por otra parte, la tensión sexual entre ambos era cada vez más
intensa, pero ninguno movía ficha.
Cansada
de eso, Ana decidió, que iba a seguir con su vida como antes de que él regresara a
su mundo. Así que aceptó la invitación de Rafael, un amigo en común, que además
era cliente de ellos. Julio, se dio cuenta de que habían quedado para salir por ahí,
pero no dijo nada. En su oficina se sentó ante su mesa y aunque intentaba concentrarse no podía, estaba furioso, por una parte quería salir con Ana, pero
por otra. pensaba que si mezclaba trabajo y sexo la cosa no va acabaría bien. Ella querría más y él solo quería sexo salvaje, solo eso; ¿o no? Tenía un enredo total, no
sabía a ciencia cierta lo que sentía por esa bruja, que aún después de varias semanas de trabajar
juntos, no lo llamaba por su nombre, lo cual, lo irritaba muchísimo.
Al
salir de la oficina, vio que Ana también salía de la suya, estaba preciosa con ese
vestido ceñido y esos tacones de infarto, imaginaba al idiota de Rafa
comiéndosela con la mirada y no podía evitar sentirse furioso, pero no entendía porque, o no quería entenderlo.
—¿Te
vas ya?
—Si,
he quedado con Rafa para tomar unas copas. ¿Y tú?
—Me
voy a casa, estoy muerto.
Ambos
se dirigieron al ascensor, entraron y las puertas se cerraron, la tensión dentro se
podía cortar, Julio estaba nervioso y furioso al mismo tiempo, la miró y no pudo evitar pensar en lo que Rafa querría hacerle. En un momento dado, sus miradas se
cruzaron y aumentó la temperatura dentro, sin darse cuenta se acercaban despacio, y
ya sin contenerse después de semanas de desearlo, Julio la tomó por la nuca y
la beso con rabia y deseo al mismo tiempo.
Ana,
que llevaba tanto tiempo deseando sentir sus besos, se lanzó sobre él y ambos
empiezaron a devorarse mutuamente, Julio la oprimió contra una de las paredes del
ascensor, y sin dejar de besarla empezó a acariciarla; suavemente sus manos se
deslizaron por sus caderas y sus muslos. Al mismo tiempo Ana lo acariciaba por los
hombros, la espalda, pero no era suficiente, introdujo los brazos por dentro de
la chaqueta y empezó a acariciar su pecho sobre la camisa, dirigiéndose hacia
su espalda y bajando hasta llegar a las nalgas las cuales apretó y empujó, para
acercar su cuerpo al de ella. Él deslizó una mano por debajo de la falda y subió acariciando el interior del muslo de Ana, su piel estaba caliente; llegó a las
bragas y puso su mano sobre su sexo, la oprimió y sientió el jadeo de ella en su
propia boca.
Sin
dejar de besarla, introdujo la mano por dentro de las bragas buscando su calor
húmedo, rozó con sus dedos la entrada llena de humedad, Ana tembló y se pegó más a él, despacio, él empezó a mover los dedos sobre su clítoris, el cual se
hinchaba cada vez más. Estaban perdidos en ese momento de pasión, mientras el
ascensor seguía bajando planta, tras planta.
De
repente, un sonido continuo le llegó a Ana y la hizo regresar de golpe a la realidad,
separó su boca de la de Julio, y observó su bolso de donde sale el ruido, hasta
que reconoció la música de llamada de su móvil. Miró la cara de Julio, su
respiración agitada y su rostro desencajado, con una mirada ardiente, que la
observa fijamente. Él retiró su mano, se separaron y trataron de recomponer sus
ropas antes de que el ascensor se detuviera.
—Ana,
no quiero que salgas con Rafa, yo…
—¡¿Tú
qué?!; quieres que me vaya contigo a tu piso, que echemos un polvo, eso es lo que
quieres. Pero resulta que yo quiero más que echar un polvo, quiero que me
inviten a salir, a cenar, que quieran conocerme, saber que me gusta y que no,
que deseen más de mí que un revolcón. —soltó Ana alterada por todo lo que había sucedido en el ascensor.
—Ana...,
yo acabo de regresar, estoy empezando de cero y no busco nada serio de momento,
me gustas mucho, pero no puedo ofrecerte más que sexo.
—¡Pues
búscate a otra machote!, yo quiero más.
Sin
decirle nada más, se giró y se marchó, estaba alterada y solo tenía ganas de
llorar, no estaba en condiciones de salir, así que llamó a Rafa y se disculpó, le
dijo que no se sentía bien y que podrían quedar otra noche.
Al
llegar a casa, se quitó la ropa, se puso el pijama y se acurrucó en el sofá, estaba furiosa y triste a partes iguales. El beso y las caricias de Julio, fueron más
de lo que nunca había soñado ni imaginado, pero saber que para él solo era atracción, era algo muy doloroso, porque ella lo amaba profundamente. Lo mejor sería hacer
como que no había pasado nada y seguir como hasta ahora, buen rollo en el trabajo
y nada más.
Julio,
estaba en el bar tomando una cerveza, había quedado con su hermano y este como
siempre llegaba tarde.
—¡Que
pasa hermanito!, ¿cómo te va el curro? Me han dicho que Ana trabaja contigo.
—Las
noticias vuelan...; y si, trabaja conmigo y es muy buena en su trabajo.
—Además
de estar muy buena, ¿a que sí? —sonríe guasón Pablo.
—Eso
está a la vista Pablo, pero no me gusta que hables así de ella.
—¡Vaya,
vaya!, ¿no me digas que estas enamorado?
—¡No
digas tonterías!, si hasta hace unas semanas no la recordaba si quiera.
—Mira
Julio, en el amor a veces no hacen falta sino instantes, te lo digo yo, que me
quede flechado por mi nena en el momento que la vi. Sé que hay muchas formas de
enamorarse, pero una de ellas es así, como un flechazo, una corriente eléctrica
que te atraviesa de pies a cabeza y te deja desconcertado y ya no puedes dejar
de mirarla, de pensar en ella, de desearla a todas horas… y eso hermanito, es
amor.
—No
sabía que eras un experto en la materia. Yo creo que solo es atracción física,
muy intensa, pero solo eso.
—¿Estás
seguro…?, creo que debes pensarlo bien, porque Rafa me ha dicho que le gusta
mucho y que va a intentar conquistarla.
Julio
rechazó eso nada más imaginarlo, no podía concebir que nadie estuviera con ella,
nadie más que él, pero por otra parte no entendía ¿por qué ella nunca pronunciaba su nombre? ¿Por qué guarda esa distancia?, ¿a qué le temía?
—¿Sabes
donde vive?
—No,
pero espera unos minutos que me entero enseguida.
Pablo
hizo una llamada de teléfono y mientras hablaba, Julio se imaginó a Ana besando a
Rafa como lo beso a él en el ascensor, y a Rafa acariciándola igual que lo
había hecho él, en ese momento sintió una furia que lo consumía, celos. Esa palabra jamás paso por su mente, nunca
sintió celos por ninguna de las mujeres con las que estuvo, y en cambio solo de
imaginarse a la bruja en brazos de otro, lo invadían unos celos horribles.
—Julio,
esta es su dirección, no es muy lejos de aquí, ¿quieres que te acerque?
—No,
prefiero caminar. Gracias por todo.
—Para
eso estamos los hermanos, y si sientes algo más fuerte que deseo por esa malas
pulgas, hazme caso, no la dejes escapar.
Julio
sonrió a su hermano, le dio un abrazo y se marchó, mientras caminaba por las
calles de su barrio, pensaba en todo lo que sentía cada vez que Ana estaba cerca y
debió reconocer que era mucho más que deseo, aunque tenía miedo. Nunca había estado
enamorado, y todo era nuevo para él.
Llegó al portal y no sabía si llamar o no, temía que ella no estuviera en casa aún, total
había quedado con el idiota de Rafa, pero decidió llamar de todas formas.
Ana
estaba medio adormilada en el sofá, cuando escuchó el interruptor, se levantó y
miró la hora, no podía imaginar quien podía estar abajo a estas horas. Cogió el
telefonillo y contestó.
—¿Quién
es?
—Ana,
soy yo. Me gustaría hablar contigo, por favor —rogó Julio.
Se
quedó mirando el telefonillo sin poder creerse que era él, su corazón latía acelerado, no sabía qué hacer, no podía imaginar que quería hablar, después
de lo que paso en el ascensor.
Julio
esperaba impaciente, ella no había contestado, ni le abría, ¿sería posible que lo dejara esperando? Los nervios lo destrozaban, necesitaba hablar con ella, pero no sabía que iba a decirle
cuando la viera.
—¿Aún
sigues ahí?
Él
dio un respingo al escuchar su voz.
—Sí,
aún sigo esperando…
De
pronto el timbre del portal sonó, él abrió y entró, subió por la escalera
porque los nervios no le dejan esperar el ascensor. Cuando llegó al pasillo, la
vio a lo lejos y se detuvo, lentamente avanzó hacia ella y cuando estaba a
escasos pasos se quedó paralizado ante su mirada.
—¿Te
vas a quedar ahí, o vas a entrar? —le dijo ella, se giró y entró sin esperar a
ver que hacía él.
Julio,
avanzó y una vez dentro del apartamento cerró la puerta. A su mente llegaron las
imágenes de lo que ocurrió entre ellos hacía apenas unas horas, y al observarla
sentada en el sofá, con las piernas dobladas y acurrucada con una manta, su
corazón se agitó y lo embargaó una profunda ternura. En ese momento él comprendió que aunque parecía una locura, lo que había entre ellos era mucho más que una
atracción.
—Es
más que sexo, Ana.
Ella
abrió los ojos, como asustada por lo que acababa de escuchar, su respiración se
agitó, sus labios temblaron y su mirada se volvió aún más brillante. Tenía miedo
de entender más de lo que era, en las palabras que Julio acababa de pronunciar. Muy
despacio, él se acercó y se arrodilló frente a ella, ambos se miraban, intentaban decirse tantas cosas con la mirada. Julio acercó su frente hasta pegarla a la
de Ana, sus alientos se entremezclaban.
—Ana,
yo no entendía lo que me pasaba contigo y quise calificarlo como una simple
atracción, pero con solo pensar que otro hombre te pueda besar, abrazar o
hacerte el amor, hizo que dentro de mi estallaran las llamas de los celos. Al volver a
mis raíces, no estaba en mis planes enamorarme, y por eso justifique lo que me
haces sentir con algo más simple. Yo…
—¡Cállate
tonto!, no digas nada más, eres un imbécil y no te mereces ni una sola de mis
lágrimas, ni uno solo de los minutos de mi tiempo, porque no sabes apreciar lo
que es el amor, porque …
Julio,
no la dejó continuar hablando, colocó sus dedos sobre la boca de ella, Ana se
calló y le miró, él suavemente rozó sus labios.
—Aunque
no lo creas, esto es nuevo para mí. Nunca he estado enamorado, quizás por mis
viajes de un país a otro, nunca me permití profundizar más allá de una mera
atracción física. Al encontrarme contigo, me desconcertaste, me intrigaste, tus
malas pulgas seguían ahí, pero ahora había más.
Las
lágrimas corrían libremente por el rostro de Ana, ya no podía contenerlas,
tanto tiempo esperando algo que era un sueño imposible, y ahora él estaba
frente a ella, de rodillas abriéndole su corazón, con una mirada llena de
miedo, pero también de anhelo.
Ella
le rodeó el cuello con sus brazos y lo atrajo en un abrazo íntimo; él la abrazó fuerte, fundiéndose ambos en el calor de sus cuerpos. Lentamente se separaron,
Julio se levantó y se sentó junto a ella en el sofá, la cogió en brazos para
sentarla sobre su regazo, estrechándola fuerte contra su cuerpo. Así, abrazados
se quedaron ambos, en un silencio compartido. Suavemente, Ana cogió entre sus
manos el rostro de Julio, lo miró a los ojos y en ese momento supo que tenía que jugársela y decidió abrirle su corazón.
—Julio,
yo, te amo… y te he amado desde el día en que te vi por primera vez en el instituto.
Siempre pensé que este era un amor que moriría en mí, que nunca seria
correspondido, y más cuando te marchaste lejos. Pero, aunque lo intente, no pude
arrancarte de mi corazón.
Con
una mirada llena de asombro, Julio la miraba y trataba de asimilar todo lo que
acababa de escuchar, pero solo pudo decir.
—¡Has
dicho mi nombre!
—¿Pero
eso es todo lo que has escuchado idiota? Es que lo demás te ha entrado por un
oído y te ha salido por el otro, definitivamente soy tonta, mira que abrirte mi
cora…
Julio
al ver que no paraba, decidió callarla con un beso, ella se resistió al principio
pero poco a poco se derritió y se entregó con pasión, hasta quedar lacia entre
sus brazos. Él la beso en la frente, los parpados, la nariz y terminó con un
suave beso en los labios. Se apartó y sonriendo la miró a los ojos, su bruja era toda una belleza pero con muy malas pulgas.
—Escuche
todo lo que dijiste bruja, pero como no me iba a sorprender, desde que nos
encontramos en el bar hasta hoy, nunca me habías llamado por mi nombre. ¿Podrías
decirme por qué?
—Porque
era como una barrera que me había puesto para no sufrir, no sé cómo explicarlo,
sino decía tu nombre era como no hacer patente que realmente eras tú y que
habías vuelto.
—Ana,
yo regrese para empezar otra vez, porque había llegado la hora de dejar de
andar de un lado para otro, porque quería echar raíces y creo que ningún lugar
es mejor que tu tierra, más si la extrañas como yo extrañaba la mía.
Ella
le acariciaba el rostro suavemente mientras escuchaba sus palabras, estaba
feliz, todo le parecía un sueño del que temía despertar.
—¿Por
qué me miras así?
—Te
miro normal, no sé qué quieres decir, yo… —Ana esquivó su mirada.
Julio
cogió su mentón y la obligó a mirarlo a los ojos.
—Tu
mirada parece de incredulidad.
—Temo
que sea un sueño y que al despertar tú ya no estés.
La
estrechó fuerte en sus brazos y la beso con toda la pasión que ella le provocaba,
se besaron, se acariciaron y se dejaron llevar por el deseo, se entregaron mutuamente,
dando y recibiendo placer, hasta saciar momentáneamente el fuego que los
consumía.
Abrazados,
desnudos en el sofá, recuperaban poco a poco el aliento, pero no dejaban de tocarse
y acariciarse suavemente, disfrutando el uno del otro.
—Te
quiero mi bruja, y contigo quiero empezar un nuevo camino.
—Te
quiero Julio, pero cómo me vuelvas a llamar bruja te vas a enterar de lo que
vale un peine.
Riéndose
a carcajadas, se abrazaron compartiendo ese momento intimo, sabían que no sería fácil, pero lo importante era vivir el ahora… el mañana ya se vería.
FIN
Bueno, ya habrá otras oportunidades, Elisabeth!!
ResponderEliminarGracias Isabel, y por supuesto que habrá otras, además lo importante es participar, eso quiere decir que tienes algo que contar.
EliminarBesos
Genial!!! Me encanto el relato, besotes.-
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