Nunca pensé que algún día recordaría las
palabras de mi hermana Marina, no salgas
de casa sin tú kit de emergencia, pero lo que es peor aún, que recordaría
mis propias palabras de burla hacía ella… Hermanita,
pero que tonterías son esas, ja, ja, ja, ja, un kit para emergencias.
Sí amigos, esas palabras me han
perseguido durante mis pesadillas, pero es que sólo a mí me pasan estas cosas,
y no sólo una vez… será el karma, o será un castigo por reírme de mi
hermana y sus consejos.
Entramos en materia; un día ya lejano en
mis recuerdos, emprendí mi viaje de vacaciones a Portugal, me dirigía a pasar
unos días con mi familia, me arreglé normalita, porque sólo era un vuelo de
poco más de una hora, Madrid – Oporto.
Llevaba una pequeña maleta, con mis
escasas pertenencias; total, solamente iba a pasar una semana, para que llevar muchas
cosas… Como iba diciendo, la pequeña maleta, la podría haber llevado conmigo
en el avión, pero como quería ir cómoda, decidí despacharla. Feliz y contenta
iba yo en ese vuelo, que me llevaba a pasar unos días de relax.
Si ya de por sí, era un viaje corto, a mí
se me hizo más corto, porque me enfrasqué en la lectura, cosa que hago cada vez
que tengo tiempo. Salgo sin kit de emergencia, pero jamás salgo sin un libro…
El viaje fue muy tranquilo, y en un santiamén
estábamos aterrizando en el aeropuerto de Oporto, una cálida tarde de Julio.
Como viajaba sentada junto a la ventana, me di cuenta, que el pequeño avión aterrizaba
un poco lejos de la terminal, lo cual significaba que tendríamos que bajar por
las escaleras y caminar.
Una vez tomamos tierra y llegamos a
nuestro destino, tranquilamente me levanté, cogí mi bolso y, me preparé para
bajar por la escalerilla del avión. Muy resuelta voy bajando, agarrada al
pasamanos, ―gracias a la providencia―, y de pronto, al apoyar el pie derecho en
el siguiente escalón, siento que me voy de bruces.
Gracias a mis rápidos reflejos y, a que
estaba bien agarrada al pasamano de la escalera, pude evitar caer rodando, y a
parte de partirme la crisma, dar un espectáculo internacional.
Una vez que consigo equilibrarme, giro la cabeza hacia el escalón que había dejado atrás y, cual es mi horrorizada
sorpresa… Allí, solitario y perdido, estaba el tacón de mi zapato. Sí, pueden reírse,
pero en ese momento, no estaba yo para mucha guasa.
Lo más disimuladamente que pude, me
agaché y recogí al traidor, sí, era un traidor, porque me dejaba sola ante las
miradas burlonas de la gente…
Es en esos instantes, cuando más se agradece que
las personas vayan a lo suyo. Entonces, parada en medio de la pista y, con una
buena caminata por delante, decidí que levantaría mi cabeza y con todo el glamour
posible, caminaría lo más recta y disimuladamente que pudiera.
Gracias a que llevaba pantalón largo y
un poco acampanado, nadie, que no se fijara bien, notaria que yo estaba
caminado con un pie, que sólo apoyaba la punta del zapato. Con lo cual, parecía
que tenía una leve cojera. Una vez que llegué, la última, a la cinta de equipaje,
esperé muy tiesa a que saliera mi pequeña maleta, la cual iba amarrada hasta
los dientes, con lo cual, no podría cambiarme de zapatos hasta llegar a casa.
Con ella en mi poder, me encaminé con mi ligera cojera hacia la salida, siempre
con la cabeza en alto y simulando que todo estaba bien. Mientras el tacón traidor, iba
tan tranquilo, descansando en mi bolso.
Cuando mi madre me miró, enseguida notó
algo raro en mí. Como buena madre que conoce a sus hijos, se percató de que yo
estaba cojeando y, su ceño se frunció con preocupación. La miré fijamente a los
ojos y bajé la mirada hacia mis pies, levanté un poco la pierna derecha de mi
pantalón, y mi querida madre, por no decir otra cosa, empezó a partirse de
risa a carcajada limpia. Vamos, que los lagrimones le caían por la cara de
tanto reír.
Yo seguía acercándome despacio, ya que
no podía andar más rápido, y mientras me
acercaba, tenía ganas de estrangularla, debido a que todo el mundo nos miraba intentando adivinar, a qué venía tanta risa. Después de que mi buena madre,
consiguiera tranquilizarse, me preguntó que me había pasado… Todavía no sé,
para que le conté nada, pues terminada la historia, estaba otra vez tronchándose
de risa.
No les negaré, que fui la comidilla de
todos, ni que decir de mi hermana, que rauda y veloz me recordó el dichoso Kit
de emergencia que siempre lleva encima. Una bolsa con unos zapatos de recambio
y no sé cuantas cosas más.
Ustedes pensarán que, al pasar por esa
experiencia, esta servidora, adoptaría el famoso Kit… pero no, yo que soy más
lista que nadie, me digo, esto no me pasará otra vez. ¡Ay! ingenua de mí… si,
me pasó otra vez… y lo que es peor, esta vez sí que fue un bochorno.
Iba caminando por la calle principal de
mi hermosa ciudad, me acababan de dejar al lado del banco y me recogerían a la
vuelta. Era verano, llevaba unas chanclas, unas estúpidas chanclas y sólo a mi…
me tiene que pasar, ¿Por qué?... aún hoy me lo pregunto.
Caminando muy tranquila por el paso de
peatones y antes de haber terminado de cruzar la calle…¡zas!, se me rompe la
tira de una de las chanclas.
Oh si… caminaba, pero en vez de cojear,
arrastraba el pie sobre la estúpida chancla y me repetía, esto no me puede estar pasando, otra vez no, porque a mi… y así
sucesivamente. Debo agradecer , que en el coche que me recogía del banco, tenían un
repuesto,… las chanclas que te regalaban en el Mac Donald con el menú. Para
algo sirvieron las pobres.
Pero aquí no acaba la cosa… como dicen que no hay dos sin tres, pues amigos, para terminar de escarmentar, a esta
servidora, le volvió a pasar una tercera vez.
En Madrid, día 6 de diciembre, caminando
con unos amigos después de pasar una tarde agradable, el tacón de mi bota decidió
que estaba cansado de la caminata, y se quedó en el asfalto a descansar. Yo, ya
no sabía si reír o llorar, mi querido amigo Paulino, trataba de arreglar el
dichoso tacón, pero no había manera. Entonces, al igual que la vez del avión,
caminaba por las calles de Madrid, apoyando la punta del pie, ―otra vez el
derecho―, y con una ligera cojera me dirigía hacia las tiendas, que gracias a
las fechas navideñas, y a pesar de ser festivo nacional, estaban abiertas. Como
podrán imaginar, me compre unas botas planas, rasas, pegadas al suelo… no
estaba yo para tonterías.
La
Moraleja… No salgas
sin un kit de emergencia, nunca sabes cuándo lo vas a necesitar. Y si no lo
tienes, camina con todo el glamour que puedas echarle y ríete de ti mismo.
Jajajajaja!!!! muy bueno! Lastima por los momentos terribles que viviste! pero que bueno que luego uno se acuerda con humor! XD
ResponderEliminarYami, es que si no te lo tomas con humor... la única que lo padeces eres tú... jajajajajaja aunque en ese momento no me hizo ninguna gracia... esa se la vi después. jajajaja
EliminarJa ja, muy bueno. Creo que se te daría muy bien el género chic lit, Elizabeth. Has pensado en escribir algo así? Me encantó este relato basado en hechos reales!
ResponderEliminarGracias Mariel, sólo a mi me pasan estas cosas... jajajaja anoche recordé lo del Kit y decidí contar mi experiencia...
EliminarLo del chick-lit la verdad no me lo he planteado, todo se verá jajajajaja
¿Ves? ya decía yo que algún buen motivo tenía que tener yo para no usar tacones jajajja madre mía, que bochorno, menos mal que te tomaste las cosas con filosofía y buen humor, aunque la procesión iría por dentro...
ResponderEliminarAinsss Marta no lo sabes tu bien... jajajajaja ahora me puedo reír, pero en su momento me quería desaparecer... hacerme chiquita y que nadie me pudiera ver... jajajajaja
EliminarSimplemente me encanto!!!!!!
ResponderEliminarQue molleja Betty... la cosa es que Marina te "empavó"!! Jjajajaja...
ResponderEliminarEntiendo perfectamente la sensación... porque si bien a nosotros no se nos rompen los tacones, igual nos pasan cosas por el estilo... Como un día que por trabajo viajaba a Punto Fijo a una reunión de cierta relevancia y ya en el Aeropuerto, una vez hecho el check-in, casi me da un infarto cuando miro hacia abajo (no recuerdo por qué me dió por mirar abajo) y me doy cuenta que llevaba dos zapatos DIFERENTES!
Uno marrón y otro negro!! Imaginate!! :-P
Pero bueno... unas pocas líneas para felicitarte de nuevo por tu blog y para que veas que no es solo a ti a quien le pasan estas cosas...
Besos y abrazos!!
Paulino el zapatero chimbo
Amigo... jajajajaja ainsss te acuerdas Paulino jajajaja que show, solo a mi me pasan estas cosas...
EliminarGracias por leerlo y gracias por tu cariño...
Besos
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajjajajajaja BETTY CONCHALEEEEEEE, ya no me reía tanto asi hace mucho tiempo, me duele la barriga de tanto reirme, obechitaaaaa, yo tambien me la paso echando vaina a tu hermanita y a su famoso kit de emergencia, pero ella es la que está cierta, felizmente el destino aun no decidió vengarse de mi com tanta FÚRIAAA, jajajajaja, muy, muuuy bueno amiga. Te felicito, me encanto este relato tan dsafortunado para ti, pero tan divertidooooooo. Un gran besote. Luisa Costa
ResponderEliminarWaw Elizabeth, el destino? si que te la aplicó, que bárbaro, y no una, sino tres veces. Ando siempre con un kit (por los niños), pero en él no llevo zapatos de emergencia, mi cartera no me lo perdonaría. Lección aprendida.
ResponderEliminarFeliz día!
Jajajajaja siii la verdad que me la jugó bien... ahora me rió pero es su momento no me hizo ninguna gracia... jajajaja
Eliminar